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Salieron a pasear y las encontraron asesinadas, triple crimen y horror

Nadie imaginaba este desenlace fatal y sangriento. Las liquidaron a tiros y puñaladas

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Salieron a pasear y las encontraron asesinadas: tiros y puñaladas en el enigmático crimen de Cipolletti.

Fue el 9 de noviembre de 1997. Hubo una condena por los asesinatos de las hermanas María Emilia y Paula González y su amiga Verónica Villar, pero nunca se supo quiénes ni por qué lo hicieron.

El triple crimen de María Emilia, Paula y Verónica sacudió a Cipoletti a principios de noviembre de 1997.

El domingo 9 de noviembre de 1997 las hermanas María Emilia y Paula González y su amiga Verónica Villar salieron a dar un paseo a la tarde y desaparecieron. Las encontraron dos días después semienterradas junto a las vías del tren. Las habían asesinado a golpes, tiros y puñaladas. A 27 años del caso que marcó la historia de Cipolletti, hubo una condena y también quedaron muchas preguntas que aún no tienen respuesta.

Claudio Kielmasz, empleado de un corralón que en ese momento tenía 23 años, apareció en la causa que investigaba el triple crimen como un testigo interesado en la recompensa pero se convirtió en sospechoso cuando, voluntariamente, entregó el arma con la que habían asesinado a las mujeres. La Justicia lo condenó a reclusión perpetua pero él nunca rompió el silencio.

"El juicio nos dejó más dudas que certezas", expresó Ofelia Mosconi, la mamá de Verónica Villar, en diálogo con TN. En este sentido, señaló: "Dijeron que fue un crimen por error, que el ataque estaba destinado a otras tres mujeres pero nunca se supo quiénes eran ni por qué las querían matar".

En relación a Kielmasz, el único condenado por los homicidios de su hija y las hermanas González, Ofelia enfatizó: "Yo no sé cuál fue la responsabilidad que él tuvo en lo que pasó, lo que sí sé es que no fue el único culpable".

Cipolletti era una ciudad tranquila, observó la mamá de Verónica. De hecho, alguna campaña política oportunamente se jactó de eso con el slongan "Una ciudad para vivir". Pero ya nada iba a ser igual. Cuando mataron a las tres jóvenes, en la calle se instaló el miedo.

Salieron a caminar y desaparecieron

Aquella calurosa y fatídica tarde de finales de noviembre hace casi tres décadas María Emilia, que tenía 24 años y una hija de dos, y su hermana Paula, que ese año terminaba la secundaria, se llevaron prestado el auto de su papá para ir a buscar a Verónica.

Cuando estuvieron juntas las tres amigas pasaron por la casa de otra chica, una joven llamada Alejandra Meraviglia, pero no la encontraron. En ese lugar dejaron el coche estacionado para continuar con el paseo a pie y allí también se les perdió el rastro.

Las jóvenes no regresaron a sus casas y al atardecer se encendieron las alarmas. Los familiares intentaron hacer la denuncia por la desaparición en la subcomisaria 69 de Cipolletti, pero como todavía no habían pasado 24 horas lo único que recibieron fue indiferencia.

Así fue como decenas de vecinos salieron espontáneamente a buscarlas mientras la noticia empezaba a tener eco en las radios locales. "Todo era desesperación, no sabíamos qué había pasado", recordó sobre esas dramáticas horas Ofelia, la madre de Verónica Villar.

Dos días después, el 11 de noviembre de 1997, la incertidumbre dio paso al terror cuando las encontraron asesinadas en una zona conocida como Los Olivillos. "Fue una tragedia que no podíamos entender", remarcó la mujer.

El triple crimen de Cipolletti

Dante Caballero, uno de los tantos vecinos que había salido a colaborar con la búsqueda de las mujeres desaparecidas, fue quien encontró los cuerpos. El hombre, acompañado por su esposa y su perra ovejera, siguió por la vía del ferrocarril Roca que une Cipolletti con Cinco Saltos y cuando había hecho unos cuatro kilómetros, entre los arbustos, vio una remera roja. Era Verónica.

Según reflejaron las crónicas de ese momento, le habían atado las manos con los cordones de sus zapatillas, estaba amordazada con un pañuelo y tenía cortes visibles en el cuello. También estaba muy golpeada.

A unos ocho metros de distancia encontraron semienterrados los cuerpos de las hermanas González. María Emilia con un tiro en la cabeza. Paula recibió dos disparos, uno en la espalda y otro en la cabeza. A ellas también las habían atado y amordazado.

Con el correr de las horas la autopsia sumó otro dato que confirmó el calvario que sufrieron las víctimas antes de ser asesinadas. Las tres habían sido abusadas sexualmente.

Los perejiles de siempre

Pablo Iribarne, el juez que tuvo la causa durante 12 años, ordenó las primeras detenciones en tiempo récord. Apenas unas horas después de que el triple crimen saliera a la luz arrestaron a Hilario Sepúlveda, un joven de 28 años con antecedentes por un doble homicidio cuando era menor de edad, que era dueño de una tapera ubicada a unos dos kilómetros del lugar en donde se encontraron los cuerpos.

"Está todo el lugar rodeado de cosas llenas de sangre", dijo en ese entonces uno de los investigadores a TN. Además debajo de la cama del sospechoso habían secuestrado un revólver calibre 22, el mismo calibre de los proyectiles utilizados para matar a las víctimas.

Como una suerte de efecto dominó cayeron después Horacio Huenchumir, de 21 años; y José María Fernández, un sujeto que vivía cerca de la precaria vivienda de Sepúlveda y desapareció justo cuando se conocieron los crímenes.

La principal hipótesis de la Justicia, la única, era que ese grupo de hombres, en estado de ebriedad, había secuestrado a las mujeres y las asesinó después de violarlas. Sin embargo, las pruebas no acompañaron esta versión, detalla TN.

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