Aplausos por favor

"Roña" Castro montó un comedor en su gimnasio: "No quiero que pasen hambre"

El ex boxeador campeón del mundo fue un niño desnutrido, que llegó a pedir monedas en la calle para poder alimentarse.

QPJ SOCIEDAD

 Locomotora estaba por inaugurar su gimnasio en Temperley al inicio de la pandemia, donde vive junto a Yanina Sosa, su mujer, y no pudo hacerlo por las prohibiciones que existían por entonces para evitar los contagios y las muertes. Por eso decidió convertirlo primero en una cocina popular donde la gente concurría y retiraba comida caliente. Y luego en un punto de encuentro donde sus vecinos podían retirar alimentos.

La primera vez fueron más de setenta personas cuando esperaban no más de veinte o treinta. Así arrancó y no paró más. Aquel muchacho al que no le dio vergüenza pedir para comer cuando era apenas un niño porque no alcanzaba con el sueldo de su mamá, que era portera de una escuela y tenía que alimentar a sus seis hijos, ahora podía ayudar a un gran número de familias vecinas y eso lo ponía feliz: "¿Sabés lo qué es que te ruja el estómago, porque a mí no me hacía ruidito, era como que tenía un león hambriento en la panza que pedía morfi y no había nada para darle. Pero con suerte y el esfuerzo de mi vieja y mis hermanos pudimos salir. Yo mangueaba, igual que lo hago ahora, para parar la olla, no había otra, no hay otra".

Cuando creció y fue más grande se fue a trabajar al campo con los esquiladores. Era un adolescente de catorce años y cuenta que la experiencia le resultó muy útil como aprendizaje de vida: "Fue duro, pero junté bastante plata laburando y eso me permitió ayudar a mi familia y largarme como boxeador, lo que más deseaba, y pude llegar, la suerte y mis puños me ayudaron".

Con esfuerzo llegó a coronarse Campeón del Mundo en 1994 de la categoría "Middle/Medio" ganándole al estadounidense Reggie Johnson. "¿Cómo me dicen los vecinos cuando vienen a buscar comida?". Los más respetuosos me llaman Jorge, después ‘Roña', que me lo pusieron porque me la pasaba a las piñas en el barrio, buscando roña siempre. ‘Locomotora' porque no me paraba nada. También me llaman ‘Negro' porque soy un negro sucio", bromea.

Locomotora cuenta que espera ansioso los viernes para ir en busca de alimentos: "Me levanto a las cinco de la mañana para ir al Mercado Central. Ahí me ayudan mucho, me dan choclo, morrón, zanahoria, papa, cebolla, limón, calabaza, tomate, verduras. Voy en un camión, lo traigo al gimnasio, ordenamos todo y a las cuatro de la tarde repartimos. Además de las familias que vienen, abastecemos a nueve merenderos y catorce comedores fijos. Yo trabajo en Desarrollo Social y Deportes en provincia y también me ayuda la Municipalidad de Lomas. Además, producto de los mangazos que fui haciendo colaboran fábricas de Quilmes que están en el Camino Centenario. Con los mayoristas retiro golosinas, agua mineral, gaseosas, galletas, fideos, azúcar, yerba, arroz, polenta, leche... Vez pasada dimos cinco mil litros. Ahí en lugar de trescientos cincuenta familias como siempre vinieron casi mil. La gente tiene hambre, no es joda", resume.

El Roña confiesa que sufre porque ve como mucha gente de su barrio que hasta no hace tanto vivían más o menos bien, ahora aparecen hasta con cierta vergüenza a retirar comida: "Hay dos cosas en la vida que es muy duro perder: el trabajo y la dignidad. Y cuando no tenés para morfar eso se sufre y cómo. Yo los recibo con una sonrisa, les hago bromas para que pasen un buen momento y se olviden un poco de lo que están padeciendo".

"Siempre hay que mirar alrededor de uno para saber lo que está pasando", explica y agrega: "Además llegamos hasta el Impenetrable chaqueño, hicimos como tres mil kilómetros y pudimos acercarle a toda esa comunidad unos diez mil kilos de mercadería, fue una experiencia increíble. No sabés con el cariño que nos recibieron y lo agradecidos que estaban".

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