Sol Rivas contó el horror que vivió con su familia cuando era chica
Salía de la escuela y la esperaba la Policía con una trabajadora social
En Jujuy, su provincia natal, acaba de estallar un caso de supuesta violencia de género. El principal acusado sería su papá y fue inevitable recordar esta nota en la que Sol Rivas describe un ambiente hostil durante la infancia, a la vez no quiere dar más detalles para no involucrar a integrantes de su familia que quizá no eligen la exposición que tiene ella por ser influencer y periodista.
"Cuando era chica, me iban a buscar al colegio un policía y una asistente social": Sol Rivas recuerda su dura infancia.
La conductora de Mandale Fruta por República Z revela el momento más difícil de su vida. Además, por qué no ejerce como abogada, su pasión innegociable por Boca y la familia que formó...
Sol Rivas con Tatiana Schapiro "La vida me fue poniendo oportunidades y las cosas se fueron dando gracias a la comunidad enorme que tengo, que me banca. Estoy acá, en un camino que me encanta, que no sé adónde me lleva, pero lo transito con mucho amor y mucha pasión por lo que hago", afirma Sol Rivas, dispuesta a conversar con Teleshow.
De las mañanas en Mandale Fruta, por Republica Zeta, a las tardes en Fox Sports, Solcito -como muchos la conocen- reparte su tiempo entre la maternidad de Salvador (siete años) y Felicitas (tres), los hijos que tiene junto a Nicolás Colazo (futbolista de Gimnasia), las acciones en sus redes sociales y el fanatismo por Boca: "No sé cómo me alcanzan las horas. No me gusta mucho dormir, creo que esa es mi clave. Duermo muy poco, cuatro horas por día".
-¿Qué queda de la abogada de Jujuy?
-Todo. Increíblemente me queda todo porque ves la vida desde otra óptica. Yo soy una amante del Derecho. Mi asignatura pendiente es enseñar algún día.
-¿Y te dan ganas de ejercer?
-Sinceramente, no. Siento que lo que hago es mucho más divertido. Sí tengo alma de docente, pero ganas de litigar, no. Es jodido, es pesado. Lo hice tres o cuatro años. No lo extraño, pero me apasiona de todas formas mi profesión.
-¿Cómo te llevás con la mamá que sos?
-Me fascina ser mamá. Mis chicos fueron una decisión muy consciente mía: tenía muchas ganas de ser mamá, lo busqué mucho; el primero tardó como un año en venir. Me encanta jugar con ellos. Es uno de los pocos momentos en que puedo desconectar del resto de las cosas, del trabajo, de la casa, y conectar pleno con el juego y divertirme con ellos como si fuera una niña.
-¿Cómo fue tu infancia?
-Dura desde lo emocional. En mi familia son todos clase media, profesionales, laburantes, sin herencia; a fuerza de trabajo duro. Mi papá al día de hoy se despierta a las seis de la mañana y se va a dormir a las dos de la mañana. Abogado también. Pero mi infancia fue complicada. Árida desde lo emocional. Con momentos difíciles.
-¿Por qué?
-Asistente social. Violencia. He tenido episodios que hoy por hoy los tengo bastante elaborados. Es muy difícil hablarte en específico porque tengo que hablar de gente de mi familia a la que ya perdoné, o con la que hoy por hoy tengo una relación cordial. Pero con el tiempo aprendí a desromantizar algunos vínculos, a entender que no todo es como en los cuentos, que te toca la familia que te toca. Siento que también parte de esas dificultades me hicieron ser lo que soy.
-Todo nos va construyendo. Con todo el respeto del mundo y hasta donde vos quieras, contar por supuesto. Decías que en cuanto a lo económico, una clase media normal.
-Jamás me ha faltado nada.
-¿Amor faltaba?
-Sí, sí. En momentos muy claves de mi vida. Siempre fui una niña muy autosuficiente. A los seis años iba, me compraba sola; iba con la lista del colegio. Mi papá me decía: "¿Cuánto necesitás?". "Necesito esto". Iba solita. Era abanderada de la escuela, después en la facultad también me fue muy bien. Como que eso lo tenía cubierto. Pero sí, sacando figuras muy esenciales para mí, como mi abuela o mi padre, me ha faltado esa contención que hoy la vuelco hacia mis hijos y trato de que no sientan nunca desprotección, falta de amor, de contención o de acompañamiento.
Sol Rivas en la Bombonera, uno de sus lugares en el mundo
-Que no les falte mamá.
-Sí, exactamente. No es que me ha faltado, mi madre está presente, pero han pasado cosas en mi familia en el correr de los acontecimientos que han dificultado algunas cosas.
-¿Tus papás estaban juntos?
-No, mis papás se separaron cuando yo tenía 13 años. De todas formas mi infancia no fue la típica infancia. Mi madre en algún momento se fue a estudiar, yo quedé en Jujuy al cuidado de mi abuela, que es una figura muy fuerte para mí, igual que mi papá. El devenir de los acontecimientos de una familia por ahí no tan funcional obviamente me marcaron, hacen que yo haya podido transformar eso que me pasó y volcarlo hacia mis hijos de otra forma. Yo me entregué a la experiencia de la maternidad completamente. Tenerlos colgados. Di cuatro años de teta que desaparecieron; no tengo más tetas. Y aún hoy, con todo lo que trabajo, trato todo el tiempo de compensarlo. Soy muy culposa, siento que siempre lo puedo hacer mejor. Tengo una autoexigencia bastante elevada conmigo misma.
-Cuando decís que entra en escena la asistente social, ¿tenía que ver con la definición de con quién ibas a vivir y que estuvieras cuidada?
-Sí, tenía que ver mucho con mis hermanos. Cuando mis padres se separaron se dio un conflicto fuerte y hasta ahí te puedo contar, sin originar hoy un conflicto en mi familia. Fue fuerte. En un momento nos iban a buscar al colegio una asistente social y un policía. Viví cosas fuertes de chica.
-¿Cuántos hermanos son?
-Tres hijos del matrimonio de mi papá y mi mamá, y un hijo de mi padre con otra señora, que vino después. Yo tengo tres hermanos.
-¿Y cómo se llevan?
-Es increíble cómo a veces el contexto duro de vida en lo emocional te une tanto a tus hermanos. Tengo un vínculo tremendo. Les llevo muchos años: he oficiado un poco de hermana mayor, un poco de madre. Yo lo siento así.
-¿Hoy cómo está el vínculo con ella?
-Está. Está cordial. Hay cosas que cuando no se dan en la primera infancia es muy difícil establecerlas después. Me cuesta, pero trato de entender y de perdonar y de tener una mirada más amorosa, más comprensiva desde mi lado de mujer.
-¿Y con tu papá?
-Mis viejos me tuvieron a mí a los 20. Entonces mi viejo era un pendejo: siempre fuimos muy compañeros. Al día de hoy tenemos un amor/odio. Cuando estamos bien es un gran amor para mí, y también tenemos esas diferencias y chocamos.
-¿Cómo te impactaron esas situaciones de violencia en tu propia maternidad?
-Justamente: jamás tuve el impulso. Jamás les levantaría el dedo a mis hijos. No creo en eso como método de crianza y no creo en ese tipo de represión para formar las conductas de un niño. Ni en pedo. Por ahí tengo que levantar la voz o por ahí me sale, y no se me cae nada en sentarme con mis hijos y decir: "Disculpame, mamá está nerviosa, hoy tengo menos paciencia, estoy más cansada". Ellos a toda edad, hasta cuando son bebés, de alguna forma agarran lo que vos estás transmitiendo.
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